miércoles, 23 de junio de 2010

Drácula en las bandas sonoras




Podríamos decir que el género de vampiros en la gran pantalla es casi tan antiguo como el cine mismo. Aunque anteriormente ya se habían realizado algunas películas que trataban, de un modo más o menos directo, la temática del vampirismo, no sería hasta 1922, con esa obra maestra del séptimo arte llamada "Nosferatu, Eine Symphonie des Grauens", de Friedrich Wilhem Murnau, que el género de vampiros empezó una muy fructífera relación con el medio cinematográfico.




El mismo título permite que nos hagamos una idea de hasta qué punto Murnau concibió su obra maestra como una, literalmente, “Sinfonía de horrores”, en la que todos y cada uno de los elementos y recursos a su alcance jugaban un importante papel a la hora de sembrar el terror entre la poca acostumbrada al género audiencia de la época.

"Nosferatu" es una obra que bebe de los recursos estilísticos y técnicos del Expresionismo alemán, como puede comprobarse en su acertado uso de contrastes luz-oscuridad, en el magistral uso de las sombras, decorados, y en la marcada e hiperbólica actuación de sus personajes, que tenían que pintarse los labios para poder transmitir, de la forma más claramente posible, toda la gama de emociones que pedía la historia y que no podía comunicarse de otro modo en un medio en el que no tenía cabida, por aquel entonces, ni la voz ni la música.

El resultado es una de las más grandes películas (de vampiros) jamás rodadas. Gran parte de la eficacia de esta película se debe a la inconmesurable interpretación del actor Max Shreck, que dejó tras de sí toda una estela de misterio e incógnitas acerca de si verdaderamente era un vampiro de verdad o si, por el contrario, no se trataba más que de otro de tantos y tantos fanáticos del método Stanislawski, tan de boga por aquel entonces, y según el cual el actor debía implicarse completamente en su papel, no sólo durante el rodaje de las escenas, sino también durante todo el período que abarcase la filmación de la película.

Esto implicaba que, según, se cuenta, Shreck apenas si se relacionaba con el resto del rodaje de la película, haciendo acto de presencia únicamente para rodar sus escenas. Las leyendas del rodaje afirman que incluso dormía en un ataúd de verdad. Todas estas anécdotas aparecen reflejadas, de un modo más o menos exacto, en la magnífica "La Sombra del Vampiro", rodada por E. Elias Merhige en el año 2000.



Anteriormente comenté que sobre la capacidad expresiva y gestual de los actores recaía gran parte del peso de la película, ya que ni la voz, un elemento tan importante para la transmisión de significados, tanto de índole lingüístico como paralingüístico (ahí tenemos por ejemplo el papel fundamental que juega la entonación, o la prominencia, en el lenguaje hablado), ni tampoco la música, tan importante a la hora de acentuar las emociones y ambientar la historia, tenían cabida por aquel entonces en el cine.

Sin embargo, eso no significa que la película, en su estreno, no contara con un acompañamiento musical de peso. Y es que, aunque por aquel entonces no se pudiera incluir un score en la película, la productora de "Nosferatu", Prana Films, sí tenía un director musical, Hans Erdmann, al que encargaron la composición de una banda musical que pudiera ser interpretada in situ en el momento de su estreno en cines.

Como podéis imaginar, esto requería una compenetración muy precisa entre la orquesta y las imágenes de la película, todo tenía que ser de una precisión matemática, ya que la banda sonora se interpretaba al mismo tiempo que los espectadores veían la película, por lo que no se podían permitir fallos de sincronización. Así, Hans Erdmann compuso ad hoc una muy rica y completa banda sonora que, hasta la fecha, y a juicio del aquí firmante, es el score más perfecto que se haya podido escuchar en cualquiera de las decenas de ediciones en video y dvd de este clásico del cine expresionista alemán.

Muy adelantada a su tiempo, esta banda sonora hacía uso de peculiares efectos sonoros que conferían una atmósfera siniestra a la película de gran interés. Actualmente existe una edición de esta joya, de gran calidad musical, fruto de una ardua tarea de reconstrucción a cargo de Gillian B. Anderson a mitad de los años 90.



Debido a los problemas legales que tuvo la productora a causa de la demanda interpuesta por la viuda de Bram Stoker, no se conserva ninguna copia original del score. La causa de la demanda fue que Murnau utilizó el libro de Stoker sin pagar derechos de autor a su viuda. En un alarde de ingenuidad sin precedentes, Murnau pensó que sólo con cambiar los emplazamientos y los nombres de los personajes evitaría llamar la atención, cuando en realidad eso no hizo sin agravar su situación. La “fidelidad” a la obra original seguía siendo demasiado evidente para que Florence Stoker no se diera cuenta. Afortunadamente para todos los que amamos el género, no todas las copias fueron destruidas, gracias a lo cual hoy día podemos disfrutar de esta maravilla del cine.



Precisamente debido a que la partitura de Erdmann no pudo ser recogida en su momento en ningún medio debido a la quiebra de Prana Films, todas y cada una de las distintas ediciones en video o dvd de esta película cuentan con un score propio y distinto, compuesto ad hoc para cada edición, de una calidad que oscila entre lo bueno y lo sencillamente insoportable.

Una de las mejores composiciones de todas las que pueden escucharse hoy día nos llega del tristemente fallecido James Bernard, célebre compositor de la Productora Hammer films, que ya pasó a la historia por su soberbio tema para Drácula, uno de los clásicos indiscutibles del cine de terror, junto con el tema de "Psicosis" de Herrmann y el de "Tiburón" de Williams.

La banda sonora que compuso James Bernard para Nosferatu sigue unas pautas muy similares a las que utilizara en las películas sobre Drácula de la Hammer. Sin ir más lejos, el tema principal de Nosferatu se basa en cuatro notas, una por cada una de las sílabas que conforman la palabra “Nosferatu”, como si la misma música estuviera “pronunciando” dicha palabra, lo cual, unido a su contundencia sonora a base de cuerdas, cuatro trompetas, cuatro trombones y una tuba, confieren a este tema una grandiosidad realmente aterradora.



En contraste con esta aterradora overtura, Bernard, que, desde mi opinión, siempre fue un gran compositor de temas de corte más romántico y melancólico, nos ofrece en este score un tema de Ellen realmente conmovedor, muy en la línea del tema de los enamorados de su banda sonora para "Taste the Blood of Drácula" ("El Poder de la Sangre de Drácula").

Bernard concibió esta banda sonora como un “poema sinfónico” en el que pudieran tener cabida distintos temas fácilmente reconocibles. Sin embargo, y como suele suceder con los scores de James Bernard, en su conjunto el score llega a hacerse, quizás, y desde mi punto de vista personal, algo cansino y monótono, por lo que no llega a igualar, en su conjunto, a la obra de Erdmann, pese a que el tema de "Nosferatu" de Bernard suene mucho más aterrador y siniestro. En cualquier caso, Bernard hizo un trabajo de calidad que acompaña a la perfección las imágenes de este clásico inmortal del cine.



Después de "Nosferatu", llegó "Drácula", el Drácula de la Universal. Ya he comentado hasta qué punto me parece una versión fallida y sobrevalorada, no tanto por culpa de Browning como por una serie de factores externos impuestos al director. Para colmo de males, esta adaptación apenas sí hacía uso de un score propiamente dicho.

Para los créditos iniciales se podía escuchar un fragmento de una de las obras maestras del gran Tchaikovski, mientras que, por lo demás, en los breves momentos en los que se podía escuchar música ésta no tenía otra función aparte de la meramente descriptiva, funcional. Ni se percibe apenas en la película ni se recuerda una vez acabada la película. Esta desidia, esta falta de interés por añadir un buen score que pudiera agilizar el ritmo moribundo de la segunda mitad de la película y subrayar los aspectos más importantes de la historia, contribuye igualmente a que la película se haga pesada a pesar de su ya de por sí corta duración.



Afortunadamente, con motivo de una reedición de sus clásicos en los 90, la Universal encargó a una serie de compositores de renombre que solventaran tal error y que hicieran una banda sonora que pudiera ser añadida a posteriori. En el caso de Drácula la elección fue Philip Glass, lo cual no pudo ser menos acertado. A primera vista, el maestro del minimalismo americano parecía la elección perfecta para una película, en cierto modo, bastante minimalista y sobria.

Efectivamente, Philip Glass consiguió dar en el clavo una vez más con uno de los scores más perfectos que ha acompañado jamás cualquier adaptación de la obra de Stoker. La película de Browning, en blanco y negro, sobria, gótica, fría, austera... requería justamente una música gótica, fría, sobria, en blanco y negro. Y eso es lo que consigue a base de piano y un cuarteto de cuerda (el célebre Kronos Quartet): uno de los scores más góticos que haya podido escuchar jamás, una música deliciosamente oscura, no exenta de un cierto romanticismo trágico.

Sin duda se trata de todo un acierto que ayuda a pulir y corregir muchas de las imperfecciones que ya de por sí traía la película de Browning. Indudablemente, se trata de un score que dignifica y ensalza la película, demostrando hasta qué punto el lenguaje cinematográfico y el musical se complementan el uno al otro. Una delicia.





Un año antes de que la mítica Hammer acometiera la primera adaptación en color del célebre personaje, en Estados Unidos se estrenó una modesta y nada desdeñable película titulada "The Return of Drácula", que contaba con una excelente interpretación de Francis Lederer en el papel de un Drácula que suplanta a un artista de viaje por Centro Europa para instalarse en casa de sus familiares en Estados Unidos y huir así de aquellos que le buscan para matarle.



La música fue compuesta por Gerald Fried, el cual utilizó el memorable “Dies Irae”, un cántico de siglos de antigüedad, asociado históricamente al Diablo y las Misas Negras, para construir un contundente y aterrador tema principal realmente antológico. No será la primera vez que esta pieza sirve de inspiración para el cine de terror.

Recordemos que en "El Resplandor" Wendy Carlos volvió a utilizarlo para su magnífico "Opening Titles", aunque el tono de su composición dista mucho del de Fried, que suena más contundente y caótico, en un crescendo demoníaco realmente eficaz.

Estilísticamente hablando, Fried optó por la clásica fuga, que está asociada a la música Centroeuropea y muy en especial a J. S. Bach. De este modo, pudo crear con su música una ambientación muy tradicional y europea, asociada al personaje transilvano. Esta banda sonora fue editada por el sello Film Score Monthly junto con otras tres bandas sonoras del mismo compositor.



Y llegamos a 1958 y a la Hammer. La contribución de James Bernard para la saga Drácula de la Hammer fue, lógicamente, fundamental. Bernard creó un tema que refleja a la perfección la auténtica naturaleza del personaje literario: un tema que resulta brutal, violento y amenazador, a base de repetir hasta la exasperación tres sencillas notas, como si la misma música estuviera anunciando, con demoníaca solemnidad, al mismo rey de los vampiros.

En general la música compuesta por James Bernard para esta saga gira en torno a este antológico clásico musical del cine de terror, aunque en posteriores secuelas se permitiera el lujo de demostrarnos hasta qué punto su talento va más allá de la creación de espeluznantes temas de horror, como demostró en Taste the Blood of Dracula. No soy un entusiasta, debo aclarar, de la música de Bernard en general, ya que sus scores me resultan tremendamente reiterativos y cansinos, pero no por ello dejo de reconocer su maestría a la hora de legarnos clásicos temas como el que compuso para Drácula. Se trata, a juicio del aquí firmante, del mejor tema musical jamás creado para el personaje.










Para la banda sonora de "El Conde Drácula", Jess Franco contó con los servicios de Bruno Nicolai, habitual colaborador del genial Ennio Morricone, lo cual supuso uno de los pocos aciertos de esta mediocre adaptación. En su conjunto nos encontramos ante un score muy irregular, con algunas partes basadas en ruidos, campanas y sonidos que no tienen ninguna otra función aparte de la de crear una atmósfera en la película, y que, al margen de la misma, constituyen sencillamente una audición casi insufrible. Por otro lado, Nicolai hace uso de instrumentos tradicionales de Centro Europa para crear un interesante tema principal nada desdeñable. Se trata de un score ecléctico y por momentos inspirado.



También italiano es Claudio Gizzi, autor del score de la película "Blood for Dracula", un bodrio de grandes proporciones perpetrado por Peter Morrisey bajo los auspicios de Andy Warhol. Para los que no hayan visto semejante disparate, "Blood for Dracula" es una aproximación en clave de softcore a la historia de Drácula, aunque al final resulta involuntariamente autoparódica y bochornosa.

El conde, interpretado en esta ocasión por Udo Kier, debe alimentarse de la sangre de jovencitas vírgenes para subsistir (si es que se ha vuelto de un exigente este conde....) Su sirviente le recomienda, lógicamente, que si lo que quiere es vírgenes, donde debe buscarlas no es en Transilvania, sino en Italia, ya se sabe, por la fuerte influencia de la religión católica. Nuestro desdichado conde se hospeda en el castillo de una familia noble italiana, con un buen número de hijas.

Una por una, el conde intentará alimentarse de ellas, pero siempre llega tarde, ya que el sirviente del castillo, un “joven proletario” guapo y apuesto en oposición a la frágil y decadente y enfermiza nobleza del castillo, se ha ido encargando de acostarse con todas y cada una de las hijas, lo cual acarreará más de un dolor de tripas a nuestro infeliz vampiro. En definitiva, se trata de un lamentable y bochornoso film petardo de lectura política igualmente vergonzoso. Con tamaño material, el bueno de Claudio Gizzi se limita a cumplir con un score modesto, sencillo, basado en un bonito tema a piano, que se deja escuchar en pequeñas dosis.



En 1973, Dan Curtis realizó una nueva adaptación de la obra de Bram Stoker, utilizando un guión escrito por el mismo Richard Matheson. Esta película, modesta e injustamente desconocida, ofrece una nueva e interesante aproximación, más humanizada, al mito de Drácula. Esta humanización del personaje está llevada con corrección por Curtis, que en ningún momento vendió su obra como una “adaptación fiel al libro”, sino como una nueva interpretación del personaje, lo cual es de agradecer.

Robert Cobert, habitual compositor de Curtis, nos deja un score muy íntimo, lírico y de una belleza conmovedora, utilizando una caja musical para uno de los temas más hermosos e inusualmente románticos que jamás haya escuchado en una adaptación cinematográfica sobre el conde Drácula. Dicho tema contribuye a reforzar el carácter dramático de la historia.

Ciertamente podemos considerarlo como una de las más bellas melodías jamás compuestas por el autor de la mítica música para el serial "Dark Shadows". Desgraciadamente, no se ha editado aún un score con la música completa, por lo que la única forma de acceder a esta preciosa música es gracias a las geniales suites incluídas en los recopilatorios “Vampire Circus: The Essential Vampire Theme Collection” y “The Night Stalker and Other Classic Thrillers”.



En 1979 encontramos una nueva adaptación de la Universal, dirigida por John Baddham y con música de John Williams, el cual se limita a componer un acertado tema principal, muy en su línea, sobre el que basa todo el resto del score, con ligeras variaciones y matices. Sin estar mal, no es, ni mucho menos, lo mejor que hayan dado, musicalmente, todos estos Dráculas cinematográficos.





En cuanto al remake del "Nosferatu" de Murnau realizado por el gran director alemán Werner Herzog, ya hemos comentado hasta qué punto se beneficia del extraordinario trabajo del grupo de krautrock alemán Popol Vuh en la banda sonora. Vuelvo a insistir en la fascinante escena correspondiente a la marcha de Hutter al castillo, y hasta qué punto la música del grupo, junto con el sublime Preludio de Wagner, contribuyen a reforzar la sensación de estar abandonando el plano terrenal para entrar en un mundo fantasmagórico, quasi onírico, y sumamente aterrador. El tema en cuestión es el mismo escuchado en los créditos de inicio.



La música de Popol Vuh siempre se ha caracterizado por sus toques étnicos, muy especialmente hindúes, que emparejan su música con la de muchos otros compositores de finales de los 60 y principios de los 70 tales como Chaitanya Hari Deuter, generalmente clasificada como New World Music o Global Music.

Para los "Opening Titles" de Nosferatu, Popol Vuh hace uno de los usos más oscuros y opresivos de coros jamás escuchados, con unas voces muy graves recitando siniestros mantras que resultan, sencillmente, aterradores, y que dan una imagen quizás errónea del tipo de película ante la que nos encontramos. En cualquier caso, consigue crear una atmósfera de pesadilla realmente única.



Algunos cortes incluyen y se benefician de la muy especial sonoridad del sitar hindú, realzando una vez más la interesante paleta de sonidos de la que se nutre este muy étnico score de vampiros. Precisamente por eso no es una música para cualquiera, aunque hay que admitir que se adapta a la perfección a esa interpretación orgánica y folclórica, tanto visual como temáticamente, que hace Herzog del personaje.



Finalmente, la adaptación de Francis Ford Coppola cuenta, como ya hemos apuntado, entre sus aciertos, con una grandilocuente y excepcional banda sonora a cargo del polaco Wojciech Kilar que merece ser considerada una de las más grandes aportaciones a la música de cine de terror de todos los tiempos. Esta banda sonora es la segunda gran obra maestra que ha dado el cine inspirado en el libro, junto con la de Philip Glass.

El gran acierto de Kilar está en su rica variedad de sonoridades, que constituyen una colorida, barroca y desbordante paleta de sonidos que entretejen hermosas melodías de una contundencia de la que muy pocos scores pueden presumir. Frente a la sobriedad de la obra de Glass, Kilar opta por el exceso, entendido en el buen sentido. La película de Kilar, visualmente, es un espectáculo embriagador, y por ende requiere de una música igualmente embriagadora.

Para ello, para cautivar nuestros oídos, Kilar utiliza los sonidos de la orquesta, piano y coros como nunca antes se había escuchado en un film de vampiros, de manera que todos y cada uno de dichos elementos contribuye a engrandecer la historia y conferirle un dramatismo y una fuerza de la que por sí misma la película carece. Es muy difícil sino imposible hacer justicia a esta maravilla. Los títulos de crédito son ya de por sí antológicos, con esa marcha tétrica a piano que no augura nada bueno, o ese crescendo demoníaco, tejido a partir de unos coros de infarto, o las delicadas y a la vez fantasmales voces femeninas en los momentos de mayor comedimiento emocional.



Es uno de esos temas que, simplemente, es imposible superar, y sin embargo Kilar casi lo consigue con esa otra maravilla titulada "The Storm", construida a partir de una satánica letanía: "Sanguis Vita Est". Soberbio. Temas como "The Brides" combinan a la perfección elegancia y un áurea malsana como únicamente Christopher Young ha sido capaz de aunar en su célebre música para "Hellraiser".



Un año después Roger Corman decidió aprovechar el tirón de la obra de Coppola para realizar una nueva incursión en la ya manida y exhausta interpretación humanizada y romántica del personaje. Su película, titulada "Dracula Rising", cuenta, como único aliciente, con una soberbia banda sonora de Ed Tomney que casi iguala en maestría al score de Kilar. Basándose en teclados y coros principalmente, Tomney consigue crear una música de carácter atemporal, casi onírica en ocasiones, y también muy siniestra y demoníaca en otras. Se trata de un trabajo poco conocido si acaso pero del todo imprescindible para cualquier aficionado a la música de cine de terror.





También resulta recomendable la música compuesta por Hummie Mann para la parodia de Mel Brooks "Drácula, Un Muerto Muy Contento y Feliz". Decir que, pese al carácter humorístico de la misma, Mann opta por ofrecer un score dramático utilizando prácticamente los mismos recursos que Kilar, unos potentes coros y orquestas. Es un trabajo correcto, de gran interés, aunque tampoco se le pueda exigir más.



Ya al comienzo del nuevo siglo, en el año 2000, Wes Craven se aproximó al personaje desde una óptica muy distinta a la que nos tenía acostumbrado el cine. Gerald Butler realizó una interpretación correcta que recuerda la de Frank Langella o Louis Jourdan. Evidentemente no deja de ser una película de consumo para adolescentes, y sin embargo está realizada con una cierta dignidad que hace que no sea del todo desdeñable.

"Drácula 2000" cuenta además con una magnífica banda sonora de Marco Beltrami, posiblemente su mejor score hasta aquel momento. Su música combina sonidos orquestales con instrumentos y voces étnicos propios de las culturas del Oriente Medio, los cuales permiten a Beltrami lucirse en algunos cortes en los que brilla su talento para emocionar con bellos crescendos vocales, tales como el del corte "Brotherly Love", realmente impresionante.



Y no podemos terminar este breve análisis sin hacer referencia a la muy original propuesta del interesante cineasta canadiense Guy Maddin, "Drácula: Pages from a Virgin's Diary" (2002), la cual adapta el texto de Stoker en clave de ballet en blanco y negro y con música de Gustav Mahler. Toda una delicia visual y sonora.





En definitiva, llegados a este punto resulta evidente hasta qué punto la célebre e inmortal criatura creada por Bram Stoker ha servido de inspiración a decenas de grandes talentos de la historia musical del cine a la hora de acompañar nuestras más oscuras pesadillas con sus exquisitamente malignas sinfonías de horrores. Esperemos que esta relación no muera nunca, y que Drácula, más de cien años después de su creación, y consolidado ya como icono cultural por antonomasia del siglo XX, vuelva a servir de fuente de inspiración para todos aquellos que nos nutrimos de las sombras y vivimos en ellas.

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