miércoles, 23 de junio de 2010

El castillo de Dragonwyck (Dragonwyck, 1946): Análisis de la película




Dir. Joseph L. Mankiewicz
Int. Vincent Price, Gene Tierney, Walter Huston
103 min. EE.UU.



Mi interés por este melodrama gótico y de suspense, que supuso el debut como director del genial Mankiewicz, venía, principalmente, por estar protagonizada por mi adorado Vincent Price, uno de mis actores predilectos. Por supuesto, el contar con un director de la talla de Mankiewicz también es cierta garantía de calidad.







No obstante, la historia es más un melodrama folletinesco a lo "Cumbres Borrascosas" que una película de suspense gótico como también la publicitan. Vincent Price, en uno de sus primeros papeles, es como casi siempre el principal motivo por el que merece la pena aguantar los 100 minutos que dura la película. El actor de "Laura" (Otto Preminger, 1944) irradia un magnestismo que ya hacía presagiar los grandes momentos de interpretación que regalaría al aficionado al cine fantástico en obras maestras como "La Máscara de la Muerte Roja" (1964) de Roger Corman. Por su parte, la adorable Gene Tierney, a la que también habíamos visto en "Laura", además de otras películas como "El Fantasma y la Señora Muir" (1947), también de Mankiewicz, cumple igualmente en el papel de la cándida y humilde granjera devota de Dios que se deja seducir por el pérfido noble Nicholas Van Ryn (Price).

Las lecturas sociales son de lo más obvias y maniqueas. Van Ryn representa a esa nobleza caduca y anacrónica, atea y escéptica, con un punto malsano, maquinador y enfermizo. Por contra, Miranda representa el presente y el futuro, si bien se dejará tentar por las sucias triquiñuelas de Van Ryn, seducida por los sueños de riqueza y lujo, sueños que la llevarán a adoptar una forma de vida que siempre había deseado pero que, como se dará cuenta a posteriori, no sólo no la hará feliz sino que la sumirá en la más rotunda de las desdichas. Suerte que hay otro pretendiente, un doctor humilde como ella, que la salvará de la tiranía de los Van Ryn.



En fin, no creo que haga falta dar más explicaciones. Sin ser una mala película, la historia se sostiene principalmente gracias a la estupenda labor del elenco interpretativo, muy especialmente el fenomenal Vincent Price (y, como con todas las películas protagonizadas por Price, se impone verla en versión original para apreciar su exquisita dicción). Lo demás, es pura paja. En cuanto a Mankiewicz, años más tarde pasaría a formar parte del Olimpo de los directores clásicos de cine gracias a joyas como "Eva al Desnudo" (1950), "Julio César" (1953), "La Condesa Descalza" (1954), "De Repente el Último Verano" (1959) o esa Obra Maestra Absoluta que es "La Huella" (1972)

Calificación de la película: ** sobre *****

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